¿Qué hace a un niño feliz?

La felicidad está asociada a muchas situaciones y experiencias, que provocan bienestar en cada quien. Uno de los ideales que ha permanecido durante diferentes épocas es el de la felicidad. Su búsqueda ha estado asociada al poder, a la riqueza, a la belleza, al amor, a la juventud. En general, se cree que cuando hay felicidad no existe falla ni dolor, ni penurias, o que serán mínimas.

Por Claudia Rodríguez Acosta, psicoanalista

El ideal del mundo adulto se transmite a los niños y se busca que ellos también tengan una vida llena de gratificaciones y éxitos. Sin embargo, la realidad no siempre facilita este camino, ya que nos confronta constantemente con la frustración.

Inicia el recorrido

Se piensa la infancia como una época feliz y despreocupada, sin embargo, al igual que las demás etapas de la vida, está llena de experiencias de todo tipo, algunas gratificantes y otras desagradables.

Es durante los primeros años que los niños experimentan por primera vez sentimientos de tristeza, de culpa y de enojo; es durante ese período que poco a poco logran diferenciar sentimientos de malestar y los pueden nombrar.

Gracias a estas experiencias es que el infante logra reconocer aquello que está del lado del placer.  Si bien tanto lo agradable como lo contrario son parte de la vida, todos como padres pensamos en el mayor bienestar para nuestros hijos, pensamos en que sean felices. Pero, ¿qué hace a un niño feliz?

Universo en construcción

Recordemos que su mundo, sobre todo de los más pequeños, son sus padres. Entonces, la felicidad del niño está asociada al bienestar, a la estabilidad y a la capacidad de sus padres para disfrutar de la vida. Un hijo cuidado y querido podrá disfrutar de los momentos de gratificación, tolerará la frustración, reconocerá sus fallas y reconocerá cuando está triste, enojado o angustiado. La estabilidad emocional de los padres se refleja en los infantes, así como sus sentimientos de valía, de bienestar y de tranquilidad, y  también el reconocimiento de sus límites.

La felicidad de un niño no tiene que ver con riquezas, ni con estatus, sino con la posibilidad de sentirse respetado, amado y seguro en un ambiente que sabe que siempre cuidará de él. Y con cuidar no me refiero a sobre proteger, sino a buscar lo más conveniente para él, a marcarle límites, a ayudarlo a integrarse en el mundo real que está lleno de frustraciones.

La magia de los padres felices

Un niño feliz es también, está rodeado de adultos más o menos satisfechos con sus vidas, ellos le hacen saber que él no es lo único ni es el centro del universo. La posibilidad para que los niños puedan buscar y construir sus propias maneras para ser felices, está relacionada con la posibilidad de que existan adultos que tengan más intereses además de ellos, que tengan una vida amorosa, profesional, académica, laboral, más allá de ellos. Justamente de eso se trata crecer, de poder separarse de los padres dejando atrás la culpa y las angustias.

Eso podríamos pensarlo como parte de la felicidad: un ambiente que le brinde la suficiente seguridad al niño para poder seguir, más adelante, su propia vida, encontrando y creando momentos de grandes satisfacciones.

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